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El hombre de la armónica me recuerda una canción, para mí muy especial, titulada “El
lamento de la armónica”. Un tema de “La Noche del
Leeds”. Grupo, por desgracia, desaparecido.
Pero mi hombre de la armónica no despide a la tarde, al contrario, va feliz montado en su bicicleta, tocando la armónica para recibir al día.
Una mano en el manillar; en la otra la armónica.
A veces, del manillar cuelga una funda de violín, quien sabe si llena.
Imagino que tocar el violín mientras maneja la bicicleta no debe ser cosa fácil.
Pero mi hombre de la armónica no despide a la tarde, al contrario, va feliz montado en su bicicleta, tocando la armónica para recibir al día.
Una mano en el manillar; en la otra la armónica.
A veces, del manillar cuelga una funda de violín, quien sabe si llena.
Imagino que tocar el violín mientras maneja la bicicleta no debe ser cosa fácil.
Quizá el violín lo debe de tocar en otro momento.
Anda de madrugada y va solo, pero no sé si vuelve a casa o si va al trabajo.
De hecho no sé nada.
No le conozco y ni siquiera sé su nombre.
Anda de madrugada y va solo, pero no sé si vuelve a casa o si va al trabajo.
De hecho no sé nada.
No le conozco y ni siquiera sé su nombre.
A esas horas, en el Mar hay hogueras porque el Sol recién
acaba de asomarse por el horizonte. Pero no hay guitarras en la arena. Las
imagino recuperándose de la resaca de la noche anterior.
El hombre de la armónica me alegra las mañanas con sus nostálgicas melodías mientras, muerta de frío, espero mi tranvía.
El hombre de la armónica me alegra las mañanas con sus nostálgicas melodías mientras, muerta de frío, espero mi tranvía.
Sin saberlo ni sospecharlo él, resulta ser el cristal donde puedo mirar al mundo...
Y todo eso sucede después de apearme del tren.
Un tren que, por supuesto, no he pillado en marcha.
Un tren que, por supuesto, no he pillado en marcha.
Gracias hombre de la armónica!!!