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No debo confundirme.
No fue casualidad. Fue causalidad.
Podría haber elegido verde, azul, amarillo, gris... Incluso
blanco... Incluso negro.
Podría haber elegido la Luna, una estrella, una nota
musical, una flecha... Cualquier cosa o sencillamente nada.
Pero libremente, sin prisas ni presiones, sin titubeos y sin
necesidad de meditaciones previas elegí naranja y, por inducción, por afinidad
cromática, por simpatía y por convicción elegí un Sol. El Sol.
Una combinación aparentemente inocente con la que me sentí y
siento identificada. Una combinación cálida, bucólica, hermosa, poética,
potente, vitalista...
Nadie avisó. Nadie habló de riesgos. Quizá porque nadie podía sospechar que algo tan pueril devendría tan trascendental.
Nadie avisó. Nadie habló de riesgos. Quizá porque nadie podía sospechar que algo tan pueril devendría tan trascendental.
El destino es caprichoso, astuto y enredoso... Adquiere
infinitas formas. Se cuela por cualquier ínfimo resquicio. Y juega al
escondite. Y te sorprende...
Podría haber elegido verde, azul, amarillo, gris... Incluso
blanco... Incluso negro... Pero elegí naranja.
Podría haber elegido la Luna, una estrella, una nota
musical, una flecha... Cualquier cosa o sencillamente nada... Pero elegí el
Sol.
Ahora sé que mi ingenua elección ocultaba algo importante y decisivo.
Ahora lo sé. Pero ahora ya es tarde. Demasiado tarde.
Y no puedo culpar al azar de ser quien dinamitó la hermética
tapa de esa inquietante caja de Pandora interior, provocando un terremoto
emocional que dejó descubierto y desamparado todo su contenido para ser
desordenado, revuelto, voleado y esparcido por un torbellino de agridulces y enigmáticas
incertidumbres.
Elegí libremente y libremente seguiré eligiendo. Con
consecuencia. Cual Ícaro advertido por Dédalo. Aunque me equivoque. Aunque me
vaya la vida en ello. Por principios. Por valores. Por mí.
Porque la historia es larga, pero la vida, muy a mi pesar, es
demasiado corta para malgastarla en vacilaciones...
I can and I
will...
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