¿Por qué es tan difícil decir “Te quiero”?

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Por timidez, por cobardía, por miedo…
Porque hace falta un valor que no siempre se tiene reunido.
Porque decirlo puede parecernos ñoño, sinónimo de debilidad, de dependencia…
Porque implica una sinceridad que en ocasiones puede convertirnos en más vulnerables de lo que ya somos.
Porque pensamos que pronunciarlo nos puede conllevar obligados a contraer un compromiso al que no deseamos subyugarnos.
Porque traspasar la línea que separa el “yo” del “nos” significa a menudo tener que dejar muchas cosas al otro lado.
Porque articularlo puede desequilibrar una cordura, desencadenar una locura.
Porque contrariamente a la intención, puede ser el punto final a una relación.
Porque algunas veces no se puede o puede no ser apropiado y en otras, sencillamente, es mejor no hacerlo.
Porque hay en el mundo tantas formas de entender la vida como vidas en el mundo.

Como siempre dice mi madre: “Hechos son amores y no buenas razones”.
Y así los cobardes vivimos escudados tras la frase hecha de que “Los detalles son los que cuentan”… Aunque frecuentemente haya que echar mano de la lupa.

Y sin embargo… Te quiero