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Assaig tipogràfic
"El Trío en Mi Bemol", el íntimo desafío del amor
Un duelo de palabras y silencios. He aquí la alquimia de 'El Trío en Mi Bemol', texto de Éric Rohmer adaptado para obra teatral.
El montaje se basa en el susodicho texto de Éric Rohmer rociado con aforismos de Roland Barthes. Es una reflexión sobre el amor, sencilla e inteligente, a través de un hombre y una mujer anónimos, que se buscan y se temen. El espectador asiste a una travesía por los misterios del corazón, trepidante y despojada de elementos accesorios.
El diálogo reviste de hechizo una escena desnuda, circundada por cuatro paredes de un público convertido en 'voyeur' privilegiado. Ante sus ojos desfilan las peleas que no llegan a ser, los celos, la tensión sexual a punto de estallar. Los protagonistas se escuchan con la mirada y se hablan con el cuerpo. Sin otro artificio que el embrujo de su talento, dibujan un galanteo de intensidad derrochadora. Se rozan en la distancia, un súbito abismo los separa cuando sus labios ya casi se acarician... Es una inspiradísima danza de emociones.
Cambio de roles
En la obra se aborda el "concepto de espera". Él está en casa y asume el rol de Penélope, mientras que ella se perfila como un Ulises que llega y se va, llega y se va....
Ese flirteo en clave de indecisión y arrebatos contenidos evoca los versos de Kavafis: "Si vas a emprender el camino a Ítaca, pide que el camino sea largo y rico en experiencias". En la obra lo importante no es si acaban juntos o no. Lo importante no es llegar a Ítaca, sino el viaje que están continuamente realizando los protagonistas.
El delicioso periplo va provocando todo tipo de reacciones en la audiencia, hay gente que se ríe durante la función, otra llora... El público se identifica a veces con él, a veces con ella. Se reconocen en las situaciones: todos hemos vivido discusiones que acaban fatal por una chorrada. Pero todos salen de la obra enamorados. O queriéndose enamorar.
El amor nos hace estar vivos
El amor es un constante reto a las leyes de la probabilidad. Como la democracia o la religión, es un concepto sublimado que la tozuda realidad se encarga de desvirtuar. Y sin embargo, ejerce una atracción irresistible.
Pese a los infinitos desencuentros que describe la obra, el espectador sale con la sensación de que el amor vale la pena. Es algo muy potente, que nos hace estar vivos. Las peleas son parte de la pareja, y no siempre conllevan conflicto, a veces los resuelven. Es algo que genera sensualidad, incertidumbre...
'El Trío en Mi Bemol' reivindica el amor, aun vislumbrando posos de amargura entre esas nubes de comedia que descargan una tormenta de esperanza. Los sentimientos son el camino más largo hasta la felicidad. Los protagonistas guían al espectador por su laberinto de pasiones, acompasadas al ritmo del Mozart que da título a esta magistral obra. Y al final...
"El Trío en Mi Bemol", el íntimo desafío del amor
Un duelo de palabras y silencios. He aquí la alquimia de 'El Trío en Mi Bemol', texto de Éric Rohmer adaptado para obra teatral.
El montaje se basa en el susodicho texto de Éric Rohmer rociado con aforismos de Roland Barthes. Es una reflexión sobre el amor, sencilla e inteligente, a través de un hombre y una mujer anónimos, que se buscan y se temen. El espectador asiste a una travesía por los misterios del corazón, trepidante y despojada de elementos accesorios.
El diálogo reviste de hechizo una escena desnuda, circundada por cuatro paredes de un público convertido en 'voyeur' privilegiado. Ante sus ojos desfilan las peleas que no llegan a ser, los celos, la tensión sexual a punto de estallar. Los protagonistas se escuchan con la mirada y se hablan con el cuerpo. Sin otro artificio que el embrujo de su talento, dibujan un galanteo de intensidad derrochadora. Se rozan en la distancia, un súbito abismo los separa cuando sus labios ya casi se acarician... Es una inspiradísima danza de emociones.
Cambio de roles
En la obra se aborda el "concepto de espera". Él está en casa y asume el rol de Penélope, mientras que ella se perfila como un Ulises que llega y se va, llega y se va....
Ese flirteo en clave de indecisión y arrebatos contenidos evoca los versos de Kavafis: "Si vas a emprender el camino a Ítaca, pide que el camino sea largo y rico en experiencias". En la obra lo importante no es si acaban juntos o no. Lo importante no es llegar a Ítaca, sino el viaje que están continuamente realizando los protagonistas.
El delicioso periplo va provocando todo tipo de reacciones en la audiencia, hay gente que se ríe durante la función, otra llora... El público se identifica a veces con él, a veces con ella. Se reconocen en las situaciones: todos hemos vivido discusiones que acaban fatal por una chorrada. Pero todos salen de la obra enamorados. O queriéndose enamorar.
El amor nos hace estar vivos
El amor es un constante reto a las leyes de la probabilidad. Como la democracia o la religión, es un concepto sublimado que la tozuda realidad se encarga de desvirtuar. Y sin embargo, ejerce una atracción irresistible.
Pese a los infinitos desencuentros que describe la obra, el espectador sale con la sensación de que el amor vale la pena. Es algo muy potente, que nos hace estar vivos. Las peleas son parte de la pareja, y no siempre conllevan conflicto, a veces los resuelven. Es algo que genera sensualidad, incertidumbre...
'El Trío en Mi Bemol' reivindica el amor, aun vislumbrando posos de amargura entre esas nubes de comedia que descargan una tormenta de esperanza. Los sentimientos son el camino más largo hasta la felicidad. Los protagonistas guían al espectador por su laberinto de pasiones, acompasadas al ritmo del Mozart que da título a esta magistral obra. Y al final...
(Bibliografia: www.elmundo.es)
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