Y no porque Agosto sea un cielo o porque las vacaciones ya de por sí sean un poquito de cielo ganado después de un largo año de trabajo sino porque, por climatología y tiempo libre, es la época del año que mejor me brinda la posibilidad de disfrutar de aquello que me gusta y, cuando además tengo el honor y el placer de que personas a las que quiero, ya sean familiares, amigos o compañeros, se apunten a compartirlo, el placer no es doble sino incalculable.
Cuando aún no había cumplido los 7 años, para una niña de ciudad como era yo, que no podía jugar en la calle porque la calle estaba tomada por los coches, veranear en Samper de Calanda (Teruel), era todo un lujo.
Allí podía pasarme el día entero correteando por el pueblo, jugando en la era o buscando tesoros en el vertedero municipal, sin peligro alguno. Incluso compartía abrevadero con las ovejas y jamás contraje ninguna enfermedad.
Hace muchos años de todo esto pero, una de las cosas que más recuerdo es ese cielo negro tan repleto de estrellas que, de vez en cuando, dejaba escapar alguna que no debía caber para que nosotras saliéramos a su encuentro a la mañana siguiente.
Andábamos kilómetros en la dirección en que la noche anterior habíamos visto caer esa estrella, siempre con la esperanza de encontrarla en algún campo o camino, clavada de pie o tumbada entre las tomateras, con alguna punta desquebrajada, pero brillante y enorme, y sobre todo preciosa.
Pero no. Nunca hubo suerte y jamás encontramos ni siquiera un cachito con el que volver a casa y guardarla en nuestro cofre de los tesoros.
Pero daba igual. En Samper cada verano caían estrellas y algún día conseguiríamos encontrar el pedacito de nuestra ilusión.
Más tarde descubrí que no sólo en Samper caían estrellas en Agosto, aunque pocos cielos podían compararse al del Desierto de Calanda que yo recordaba.
Y así empezó mi afición por lo que se cuece en el cielo y, sobre todo, por las lluvias de estrellas, hasta convertir en tradición su observación y en medida de lo posible lo de pasar la noche álgida de Las Perseidas bajo cielo raso, esté donde esté.
Este año ha sido diferente y he de reconocer que aunque una está acostumbrada a ir sola por el mundo y a hacer cosas sin más compañía que la de su otro yo, compartir momentos especiales con personas especiales, es incomparable.
Gracias de verdad a todos los que hicisteis de la noche del 12 una velada especial, con esos juegos a la luz de la Luna que me hicieron volver por unos instantes a mis veranos de infancia en Samper.
Pero eso sí, esta vez, a la mañana siguiente, en lugar de salir en busca de una estrella caída para volver a casa desilusionada, volví directamente a casa cargada con toda la ilusión que vosotros me disteis y con la esperanza, un año más, de que el deseo que le pedí a mi estrella, se haga realidad.
PD - Y gracias Alejandro por inmortalizar el momento con la preciosa imagen que encabeza esta entrada.
Amanecer del día 13 en el Santuari de El Corredor
(Parc Natural Montnegre-El Corredor)
Y 4 días más tarde, la noche del 16, hubo eclipse de Luna (23:15h / 21:15UT)
Otro genial “momento nescafé” esta vez compartido con amigos y nuestros mayores. No hubo ni juegos bajo la Luna, ni pernocta, pero sí la satisfacción de verles disfrutar como niños que, a fin de cuentas, es lo que en definitiva somos todos.
Atardecer del 16/08 en el Santuari de El Corredor
(Parc Natural Montnegre-El Corredor)
Salida de la Luna
(Parc Natural Montnegre-El Corredor)
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