Querida Luna:
Esta noche te he visto salir del mar, redonda, enorme, perfecta, anaranjada y limpia.
Ahora, estás suspendida frente a mi ventana una vez más, y a pesar de que alguna nube intenta eclipsarte, luces esplendorosa y bañas con tu luz ese mar que jamás podrá acariciarte.
Para él debes ser un sueño inalcanzable.
Tan cerca y tan lejos a la vez.
Me siento observada y no me puedo concentrar en lo que estoy haciendo.
Y de repente me encuentro abstraída, mirándote a los ojos embelesada.
¿Me interrogas?
¿Qué puedo yo decirte? (Que no sepas)
¿Qué puedo yo contarte? (Que no te haya contado)
Sigo aquí, como hace 4 semanas… como hace 8… como hace 12…
¿Frunces el entrecejo?...
Está bien... me rindo.
¿Se me había ocurrido poder ocultártelo?
Tienes razón, en esta noche hay algo distinto.
Quizá sea ese el motivo de tu inquieta mirada.
Esta noche estoy triste (también), pero sonrío.
Sí, sonrío.
Mírame a los ojos y dime… ¿Qué ves?
¿Sonríes tú también?
Entonces no es necesario que te cuente más, ¿Verdad?
Tenías razón... Tú ya me habías advertido.
Gracias.
Nos vemos en cuatro semanas.
Tú siempre acudes puntual a tus citas. Yo también.
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"Anoche hablé con la Luna, y le conté mis penas y le conté las ansias que tengo de [tenerte.] olvidarte.
Anoche hablé con la Luna, y le ofrecí mis sueños, los sueños que guardaba tan dentro de mi alma.
Me confesó la luna, que nunca tuvo amores, que siempre estuvo sola, llorando frente al mar.
Me dijo que la noche ya no guardaba entre sus sombras el amor que las olas me quisieron robar.
Anoche hablé con la Luna, me dijo tantas cosas que quizás esta noche vuelva a hablarle otra vez."
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