Estar subscrita a Emagister significa estar recibiendo permanentemente ofertas para realizar cursos de todo tipo, incluso de lo más inverosímil e increíble, lo cual no deja de ser interesante porque, en mayor o menor grado, siempre hay alguno que despierta mi interés o curiosidad.
El día 1 de enero, imagino que con el propósito de ayudar a empezar el año con buen pie, recibí vía mail, el correspondiente boletín con un asunto imposible de pasar por alto: Descubre como ser feliz.
Y no es que yo no lo sea pero, la curiosidad me pudo pensando que quizás puedo serlo más y resulta que no lo sé o no sé cómo serlo, así que decidí entrar y descubrirlo.
Se trataba de “Cómo ser feliz”, un curso en 28 lecciones, es decir, un curso cortito y aparentemente fácil, ya que a priori no parecía hacer uso de complicadas fórmulas matemáticas, ni requería largas horas de estudio. No tenía nada que perder y tal vez sí algo que ganar, por lo que sin darle muchas vueltas me inscribí.
Hoy he recibido mis 2 últimas entregas y haciendo balance una vez llegada al fin, he de reconocer que aunque no estoy de acuerdo con alguna de las afirmaciones que en él se hacen y el curso no me ha aportado nada que no supiera, sí que me ha dado mucho que pensar y reflexionar, me ha hecho caer en la cuenta de ciertas cosas que estaban ahí y que yo no veía o no quería ver, y también me ha ayudado a traducir en palabras algún sentimiento o sensación que hasta ahora no había sido capaz de describir.
Resumiendo, no he aprendido nada nuevo pero he ordenado parte de mis ideas y además me ha servido de refuerzo para reafirmarme en la creencia de que yo soy lo que soy y, por tanto, debo ser como quiero ser, es decir, como soy; debo mantenerme fiel a mis principios, emociones y satisfacciones, y debo hacer con mi vida lo que me apetezca, no lo que se les antoje a los demás, sin importarme lo más mínimo lo que el resto de mortales puedan pensar o decir.
Como bien dijo Ortega y Gasset: «Yo soy yo y mis circunstancias».
Esa es la base de la felicidad: ser nosotros mismos, sin coacciones ni sumisiones, aceptando y aprendiendo a convivir con todos nuestros defectos y virtudes, y evitando por todos los medios albergar en nuestro espíritu cualquier espina, propia o ajena, que nos impida descansar en paz.
No estoy de acuerdo en que nacemos príncipes o princesas, y los acontecimientos, el ambiente que nos rodea, la presión social, etc., nos va convirtiendo en ranas.
Pero sí lo estoy, y mucho, en cosas como que: a los diez años se piensa que los padres lo saben todo. A los quince, pensamos que se equivocan a menudo. A los veinte, que se han hecho viejos y son de otra época. Pero a los treinta, se les vuelve a preguntar algunas cosas, aunque en el fondo se piensa hacer lo que se quiera, y a los cuarenta, se les pide consejo de nuevo.
En cosas como que: los verdaderos amigos acuden a nosotros cuando nos saben en dificultades y los interesados sólo acuden cuando las dificultades las tienen ellos.
Y en cosas como que: aunque el agujero del oído es más pequeño que el de la boca, debemos aprender a escuchar más que a hablar, y también a observar.
Y digo yo que tal vez por eso tenemos dos ojos, dos oídos y tan sólo una boca…
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