________________________________________________
Levantas la mirada del periódico que te ocupa para darme los buenos días con abatida alegría.
Puedo ver la tristeza y la impotencia grabada a fuego en tus pupilas, y me duele.
Abandonas ese absurdo montón de papeles que sólo hablan de política y desgracias, y te levantas para sentarte frente a mí, y clavar tus inquisidores ojos en los míos con el ceño fruncido.
Me conoces mejor que nadie y sabes que no estoy bien.
La máscara de mi sonrisa lleva tiempo cuarteándose y cada vez oculta con menos éxito el tormento que me ahoga.
Tu mirada me coarta.
Lucho implacablemente por reprimir esas lágrimas que sólo permito que conozcan mi sufrimiento y mi soledad.
Estás intentando preguntarme a gritos qué me ocurre, aunque en lo más profundo temas oír lo que mis labios puedan contarte.
Sé que lo sabes. Hace tiempo que lo intuyes, y no estás equivocado.
Quisiera decírtelo, pero no puedo.
No sé mentir. No puedo hablar.
Si lo hiciese, mis palabras te dañarían...
Y no quiero herirte, ni tengo fuerzas para soportar tus sermones cargados de razón.
No lo resistiría, por eso no puedo ni debo hablar.
Es mejor así.
Sobran las palabras. No son necesarias.
¿Cómo puedo argumentar coherentemente que sé que me estoy equivocando?
Sí, es absurdo pero… ¿No es acaso la vida en sí absurda?
¿No es en la absurdidad de nuestros sentimientos donde radican nuestros mayores males?
Y aun así… una vez más estarás aquí para, sin preguntas ni reproches, recoger cuidadosamente los pedazos que queden de mí y reconstruir con cariño mis alas para que pronto pueda volver a volar.
Aunque no sea a tu nido.
Sé que piensas que él no me merece, de la misma manera que yo sé que no te merezco a ti.
Y eso también duele.
Pero es mejor así. Debe ser así.
No todo el mundo tiene la oportunidad de verle la cara a su ángel de la guarda, ni tampoco la oportunidad de poder agradecerle, sincera aunque cobardemente, sus actos.
Gracias desde aquí…
Con una inmensa Luna llena por testigo, cuyo reflejo hace brillar las aguas de ese mar con el que tanto compartimos.
Gracias por estar aquí…
Gracias por seguir a mi lado…
Gracias por dejarme seguir al tuyo…
Por tantas cosas… Gracias.
Levantas la mirada del periódico que te ocupa para darme los buenos días con abatida alegría.
Puedo ver la tristeza y la impotencia grabada a fuego en tus pupilas, y me duele.
Abandonas ese absurdo montón de papeles que sólo hablan de política y desgracias, y te levantas para sentarte frente a mí, y clavar tus inquisidores ojos en los míos con el ceño fruncido.
Me conoces mejor que nadie y sabes que no estoy bien.
La máscara de mi sonrisa lleva tiempo cuarteándose y cada vez oculta con menos éxito el tormento que me ahoga.
Tu mirada me coarta.
Lucho implacablemente por reprimir esas lágrimas que sólo permito que conozcan mi sufrimiento y mi soledad.
Estás intentando preguntarme a gritos qué me ocurre, aunque en lo más profundo temas oír lo que mis labios puedan contarte.
Sé que lo sabes. Hace tiempo que lo intuyes, y no estás equivocado.
Quisiera decírtelo, pero no puedo.
No sé mentir. No puedo hablar.
Si lo hiciese, mis palabras te dañarían...
Y no quiero herirte, ni tengo fuerzas para soportar tus sermones cargados de razón.
No lo resistiría, por eso no puedo ni debo hablar.
Es mejor así.
Sobran las palabras. No son necesarias.
¿Cómo puedo argumentar coherentemente que sé que me estoy equivocando?
Sí, es absurdo pero… ¿No es acaso la vida en sí absurda?
¿No es en la absurdidad de nuestros sentimientos donde radican nuestros mayores males?
Y aun así… una vez más estarás aquí para, sin preguntas ni reproches, recoger cuidadosamente los pedazos que queden de mí y reconstruir con cariño mis alas para que pronto pueda volver a volar.
Aunque no sea a tu nido.
Sé que piensas que él no me merece, de la misma manera que yo sé que no te merezco a ti.
Y eso también duele.
Pero es mejor así. Debe ser así.
No todo el mundo tiene la oportunidad de verle la cara a su ángel de la guarda, ni tampoco la oportunidad de poder agradecerle, sincera aunque cobardemente, sus actos.
Gracias desde aquí…
Con una inmensa Luna llena por testigo, cuyo reflejo hace brillar las aguas de ese mar con el que tanto compartimos.
Gracias por estar aquí…
Gracias por seguir a mi lado…
Gracias por dejarme seguir al tuyo…
Por tantas cosas… Gracias.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada