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Y bien, termina el 2007, año de muchas cosas, buenas, malas, regulares, mejorables e inmejorables.
Año de sorpresas, frustraciones, aprendizajes, pequeñas victorias, desengaños, esfuerzos, sacrificios, contratiempos, aventuras y emociones.
A punto estamos de darle la bienvenida al 2008 cuando parece que fue ayer que celebrábamos la llegada del 2007.
El año pasado fue la primera vez no celebré el fin de año en mi casa con mi familia pero… este año vuelvo al redil porque, la vida me está enseñando que la familia, los seres que realmente me quieren, son todo lo que tengo y es con ellos con quien quiero y debo estar en los momentos considerados importantes, aunque lo sean más para ellos que para mí.
Pero... No voy a ponerme lencería de color rojo, ni voy a poner un anillo de oro en mi copa para brindar. Por no hacer, este año ni voy a comerme las uvas.
Voy a comer aceitunas.
Sí, sí, 12 aceitunas: 6 blancas y 6 negras (ante la duda 50%/50%).
Y ¿Por qué?
Pues porque además de que la uva no me gusta y es la única que como durante el año, eso de las uvas se lo sacaron de la manga en 1909 unos cosecheros ante el excedente que hubo en aquella temporada.
Es decir, eso de las uvas es otra tradición meramente interesada económicamente.
Ni traen suerte, ni la dejan de traer, y que yo sepa, este año no hay excedente y, si lo hubiera, sería para caérseles la cara de vergüenza a los que fijan los precios.
Termino el año como lo quiero empezar: Rompiendo moldes!
Veremos si eso sí que funciona…
Feliz nochevieja... Feliz 2008!
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