Rima LIII
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales,
jugando llamarán;
pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha al contemplar;
aquellas que aprendieron nuestros nombres,
esas... ¡no volverán!
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde, aun mas hermosas,
sus flores abrirán;
pero aquellas cuajadas de rocío,
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer, como lágrimas del día...
esas... ¡no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón, de su profundo sueño
tal vez despertará;
pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido... desengáñate,
¡así no te querrán!
Gustavo Adolfo Bécquer
(Sevilla 17/02/1836 - † Madrid 22/12/1870)
Me resulta inevitable pensar en las rimas de Bécquer cuando veo una golondrina.
Hace escasos minutos, mientras contemplaba la lucha del sol naciente por colarse entre la madeja de espesas nubes que cubre el horizonte, he visto el alegre volar de una golondrina que, bajo la fina lluvia, volvía apresurada a refugiarse en su nido.
El sol ha sobrepasado finalmente la firme muralla nubosa, y por unos instantes, ha iluminado tamizadamente el cielo gris, convirtiendo a la lluvia en una capa de barniz brillante que cubre todo lo que mis ojos alcanzan a ver.
Pero… hoy no hay horizonte porque el mar y el cielo comparten un mismo color, tan triste y plomizo como mi alma, tan taciturno y opaco como mi corazón.
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